Viajero de la vida

Lejos ya del tic-tac de un reloj sin pila, lejos de críticos que no se autocritican, lejos de miradas cegadas por lo que otros ven. Decidí irme lejos, muy lejos. Sin moverme ni un paso, en un simple parpadeo me alejé de todo. Y por fin llegué a ningún lado, lejos de toda compañía. Pero rodeado de gente, de gente que no hablaba, gente que no miraba, pero gente al fin y al cabo. Quise ir más allá, quise ser aire, ser agua. Y de repente, caí de bruces. Lo que estaba lejos casi me rozaba. El reloj daba la hora.